Carol Dweck, profesora de psicología de la Universidad de Stanford, ha estudiado durante décadas por qué algunas personas consiguen desarrollar su potencial mientras que otras con igual capacidad fracasan.
Dweck investigó sobre la motivación animal, centrándose en un tema muy en boga en los años sesenta: la indefensión aprendida. La experimentación demostraba que los animales sometidos a situaciones repetidas de fracaso quedaban indefensos, lo que les impedía actuar según su capacidad. Dweck quiso saber cómo los seres humanos se enfrentaban a tal problema, es decir, por qué un chico abandona ante el fracaso mientras que otro se siente motivado ante él, por qué unos mantienen una postura de indefensión mientras que en otros destaca la determinación de dominar cosas nuevas y superar retos. Encontró que la respuesta subyace en las creencias del sujeto sobre los motivos que le condujeron al fracaso.
Su gran aportación está relacionada con las teorías implícitas de la inteligencia. Por una parte estarían aquellos sujetos que creen que la inteligencia es algo “fijo” y, en consecuencia, piensan que la capacidad es algo inherente, innato, que simplemente debe ser mostrado. En el otro lado estarían aquellos individuos que conciben la capacidad como un potencial susceptible de ser desarrollado a través del aprendizaje y el esfuerzo personal.
Dweck realizó un experimento con niños de primaria identificados como indefensos: cuando tropezaban con varios problemas que no sabían solucionar, se veían incapaces de resolver problemas en los que previamente no habían encontrado dificultades. En el experimento se entrenó a la mitad de los estudiantes a atribuir sus errores a falta de esfuerzo y se les animó a continuar intentándolo y así afrontar el fracaso. El grupo control no mostró ninguna mejoría, recuperándose muy lentamente cuando fracasaba.
Su gran aportación está relacionada con las teorías implícitas de la inteligencia. Por una parte estarían aquellos sujetos que creen que la inteligencia es algo “fijo” y, en consecuencia, piensan que la capacidad es algo inherente, innato, que simplemente debe ser mostrado. En el otro lado estarían aquellos individuos que conciben la capacidad como un potencial susceptible de ser desarrollado a través del aprendizaje y el esfuerzo personal.
Dweck realizó un experimento con niños de primaria identificados como indefensos: cuando tropezaban con varios problemas que no sabían solucionar, se veían incapaces de resolver problemas en los que previamente no habían encontrado dificultades. En el experimento se entrenó a la mitad de los estudiantes a atribuir sus errores a falta de esfuerzo y se les animó a continuar intentándolo y así afrontar el fracaso. El grupo control no mostró ninguna mejoría, recuperándose muy lentamente cuando fracasaba.
Alentada por el tema y aprovechando un espacio de tiempo que me quedaría tras la realización de un examen escrito, decidí someter a mis dos grupos de alumnos de 1º de ESO a un experimento de indefensión aprendida. Mezclé las instrucciones en inglés y castellano, para que todo el mundo lo entendiera y les pedí que fueran honrados, que consideraran que era una continuación del examen, es decir, no podían hablar ni echar vistazos al compañero, sencillamente tenían que seguir mis instrucciones.
Entregué a cada alumno una hoja de papel, boca abajo. Les expliqué que en ella había tres palabras escritas -vocabulario de la última lección- una debajo de la otra, cuyas letras debían reorganizar y descifrar. Una mitad de la clase recibió tres palabras fácilmente reconocibles. La otra mitad de la clase tenía dos palabras indescifrables mientras que la última coincidía con la del primer grupo.
Les dije que iríamos paso a paso, que no intentaran descifrar todas las palabras de un tirón. Les hice volver la hoja y descifrar la primera. Pasados unos segundos les pedí que levantaran la mano según terminaban. Pasamos a la segunda palabra: mismas instrucciones. Según levantaban la mano unos miraban horrorizados a los otros, a su papel y a mí. Yo los observaba, seria y callada. Pasamos a la tercera. Las mismas instrucciones. Las caras de los indefensos eran dignas de ver, no entendían qué estaba pasando: no acertaban una mientras contemplaban horrorizados la rapidez de sus compañeros, que estiraban pecho y mano casi hasta al techo, desbordantes de entusiasmo y felicidad.
Entregué a cada alumno una hoja de papel, boca abajo. Les expliqué que en ella había tres palabras escritas -vocabulario de la última lección- una debajo de la otra, cuyas letras debían reorganizar y descifrar. Una mitad de la clase recibió tres palabras fácilmente reconocibles. La otra mitad de la clase tenía dos palabras indescifrables mientras que la última coincidía con la del primer grupo.
Les dije que iríamos paso a paso, que no intentaran descifrar todas las palabras de un tirón. Les hice volver la hoja y descifrar la primera. Pasados unos segundos les pedí que levantaran la mano según terminaban. Pasamos a la segunda palabra: mismas instrucciones. Según levantaban la mano unos miraban horrorizados a los otros, a su papel y a mí. Yo los observaba, seria y callada. Pasamos a la tercera. Las mismas instrucciones. Las caras de los indefensos eran dignas de ver, no entendían qué estaba pasando: no acertaban una mientras contemplaban horrorizados la rapidez de sus compañeros, que estiraban pecho y mano casi hasta al techo, desbordantes de entusiasmo y felicidad.
RESULTADOS
En primer lugar tengo que decir que el rendimiento académico general de los dos grupos es muy diferente y creo que eso también tiene incidencia en los hallazgos encontrados.
El grupo con mejor rendimiento académico, (grupo C, 30 alumnos) se caracteriza por ser muy competitivo. Fue muy honrado en la primera palabra: ninguno del grupo indefenso la descifró; sin embargo 5 intentaron salvarse en la segunda: se inventaron un posible término que no existía y lo dieron por válido.
Se dio el efecto de indefensión en la tercera palabra: mientras que en un grupo acertaron los 15 alumnos, solo 10 del grupo de indefensos fueron capaces de descifrar el término homework, bien conocido por todos.
El grupo con rendimiento académico más bajo (grupo D, 25 alumnos) tiene una mayor variabilidad de alumnado: integración, educación compensatoria y alumnado con buen rendimiento. Los resultados son en parte parecidos: 12 alumnos dieron con la 1ª palabra, todos ellos del grupo no indefenso. La segunda palabra solo fue acertada por 6 alumnos del grupo no indefenso y por una alumna del grupo indefenso que, igual que había sucedió en el grupo C, confesó, cuando fue preguntada, que se había inventado un término que desconocía.
La tercera palabra fue acertada por igual número de alumnos en los dos grupos: 6/6, dejando en el aire por qué aquí no se dio el efecto. Quizás yo hice algo mal, quizás no fueron honrados al decirme las respuestas, quizás al no ser tan competitivos como el grupo C el efecto no tiene la misma incidencia. En cualquier caso aprendimos y mereció la pena.
Finalizo con un vídeo del experimento.
En primer lugar tengo que decir que el rendimiento académico general de los dos grupos es muy diferente y creo que eso también tiene incidencia en los hallazgos encontrados.
El grupo con mejor rendimiento académico, (grupo C, 30 alumnos) se caracteriza por ser muy competitivo. Fue muy honrado en la primera palabra: ninguno del grupo indefenso la descifró; sin embargo 5 intentaron salvarse en la segunda: se inventaron un posible término que no existía y lo dieron por válido.
Se dio el efecto de indefensión en la tercera palabra: mientras que en un grupo acertaron los 15 alumnos, solo 10 del grupo de indefensos fueron capaces de descifrar el término homework, bien conocido por todos.
El grupo con rendimiento académico más bajo (grupo D, 25 alumnos) tiene una mayor variabilidad de alumnado: integración, educación compensatoria y alumnado con buen rendimiento. Los resultados son en parte parecidos: 12 alumnos dieron con la 1ª palabra, todos ellos del grupo no indefenso. La segunda palabra solo fue acertada por 6 alumnos del grupo no indefenso y por una alumna del grupo indefenso que, igual que había sucedió en el grupo C, confesó, cuando fue preguntada, que se había inventado un término que desconocía.
La tercera palabra fue acertada por igual número de alumnos en los dos grupos: 6/6, dejando en el aire por qué aquí no se dio el efecto. Quizás yo hice algo mal, quizás no fueron honrados al decirme las respuestas, quizás al no ser tan competitivos como el grupo C el efecto no tiene la misma incidencia. En cualquier caso aprendimos y mereció la pena.
Finalizo con un vídeo del experimento.
Habría que repetir la prueba para comprobar los resultados pero eso no es posible sin el factor sorpresa. El llamado grupo de los indefensos no es tan homogéneo ya que las respuestas ante estímulos negativos son siempre más variadas que las que se producen ante estímulos positivos.
ResponderEliminarOjalá todos los profesores tuvieran ese interés que demuestras en que los alumnos, además de aprender meros conocimientos sobre materias, aprendieran a conocerse a sí mismos y les estimulasen así para intentar superarse...
ResponderEliminarEnhorabuena, Angie.
Un beso fuerte
Hola Angie pasaba por tu bonito espacio con mis mejores deseos,
ResponderEliminar¡feliz Navidad!
un abrazo.
Me ha parecido un interesantísimo experimento. Lo pondré en práctica.
ResponderEliminarUn beso y felices fiestas.
Ya se dará la ocasión de replicarlo, Dr. Krapp. Sí que fue curioso ver como los indefensos se buscaban la vida, es verdad que sus respuestas fueron más variadas.
ResponderEliminarUn beso y Feliz Navidad.
Novicia, son chorraditas de esas que te llevan poco tiempo y dan un poco de vidilla en ratos que de otra forma se pierden. No tenía intención de comprobar nada en serio pero les resultó muy curioso cuando luego les expliqué de qué se trataba. Uno de los grupos es fantástico solo tengo que decir que quiero algo concreto y al día siguiente está. Curran un montón. Con el otro grupo, mi tutoría, las cosas no son tan fáciles, pero son buena gente.
Felices Pascuas, achuchones y abrazotes.
Gracias, Ricardo. Bienvenido. Yo también te deseo Feliz Navidad.
Miguel, si haces el experimento, por favor, coméntalo.
Un beso y Feliz Navidad
Interesante experiencia. Tomo nota. Tenemos tanto que aprender en estos quehaceres docentes...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Angie