miércoles, 6 de noviembre de 2013

Románico Zamorano

El regalo de Mariola sobre el románico zamorano
Si ayer a estas horas me hubieran dicho que hoy a estas horas estaría escribiendo sobre el románico zamorano no me lo habría creído. Hoy hace un día espectacular y como tal pretendía ir al huerto para aprovechar al máximo el sol de la tarde y ver los cambios en todos estos meses en que no he aparecido por allí. Recuerdo aquél día en que el jardinero ocupaba su tiempo en forrar con tela el tronco de unos frutales poco crecidos. Explicaba él que unos gatos los encontraban ideales para afilarse las uñas y los dejaban sangrantes, en un estado deplorable, con heridas tales que perdían toda la savia y temía que no sobrevivieran. El vendaje los protegería hasta que crecieran y adquirieran más fuerza. Mientras hablaba con mi amiga y cambiábamos nuestros planes, hoy frustrados, para la semana próxima, por mi cabeza surgían alternativas a ese tiempo de ocio que ahora quedaba vacío y, tras desechar algunas posibilidades por inviables, ya estaba mi mente abriéndose camino  hacia los dominios del románico zamorano.
Puente de Piedra (románico zamorano)
Mientras mis proyectos giraban en torno al románico zamorano, mi amiga me contaba que su hija Marta me había preparado unas galletas de Halloween con figuras de monstruos pero que la fase del horno había quedado al cuidado del padre y el final había sido un desastre, salvo el pico de arriba se había quemado todo. Él argumenta que todavía no había pasado el tiempo de rigor indicado en la receta. Mi amiga me promete que la próxima vez que nos veamos habrá galletas y también globos porque a Marta le hace mucha ilusión lo de estar con las manos en la masa y con cada galleta estira y estira la masa y le da mil formas antes de darle aprobación.
Catedral de Zamora (románico zamorano)
Hilaba yo las galletas de monstruos de Marta con otra conversación telefónica mantenida ayer con la tía. Aunque el paso de los años nos haga ser más precavidos, es indudable que siempre vamos a tener nuevas experiencias, sean del color que sean. El resultado de su última aventura es un buen chichón. En la residencia, la ropa sucia la echan por un hueco desde la planta alta y, al caer, el saco hace un gran ruido. Dice ella que al llegar abajo el saco hace "bumba". Esto lo debe de haber estado observando durante tiempo hasta que ayer, curiosa por ver exactamente cómo caía el saco desde arriba para hacer tan tremendo ruido, metió la cabeza entera por el hueco y, lamentablemente, al sacarla, que ella lo hace todo siempre deprisa, se dio un golpe en la cabeza.
Castillo de Zamora (románico zamorano)
Como la tía es una mujer de gran entereza, y no se arredra ante un simple chichón, a la vista del buen tiempo que hacía se fue a la playa y, una vez allí, pensó lo que tú y yo pensaríamos en ese momento si tuviéramos un chichón reciente en la cabeza: que un lavado de agua saladita con yodo le vendría muy bien. Y en esas estaba con sus pantaloncitos arremangados dentro del agua cuando un pie se le descolocó,  perdió el equilibrio y ¡adentro! Nena, me mojé hasta el sonotone.
Santa María la Nueva (románico zamorano)
Desde dentro del agua pidió ayuda y un chaval joven la ayudó a salir de allí y la acompañó hasta la residencia. Envuelta en un batiburrillo de emociones, llamó para contármelo. 
Iglesia de Santo Tomé (románico.......??)
We are counting: 1, 2, 3. Counting days: Wednesday, Thursday, Friday. Counting down: 3, 2, 1...
Y no nos podía faltar Viriato. Hele aquí.

Looking forward to meeting románico zamorano.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Soñar con ESO


Para encontrar el buen sueño hay que prepararse, que cuidarse, que mimarse. Hay que realizar los rituales que nos van acercando pero no hay que buscarlo, no hay que salir a su encuentro, él nos encontrará a nosotros en algún momento. Antes solía agobiarme si no conciliaba pronto el sueño. Pensar que al día siguiente necesitaría una energía que no había recuperado funcionaba como un resorte que me activaba aún más y me dejaba durante más tiempo en estado de vigilia.

Hablo de situaciones excepcionales, de esos días en que  algo te ronda la cabeza, algo que ha quedado pendiente y no logras solucionar, algo que te crea intranquilidad. Ya digo que, afortunadamente, son pocas las noches que el sueño no me encuentra fácilmente después de un día de trabajo. Siempre he buscado mi espacio en la noche, me he llevado bien con ella, ha sido mi aliada en los tiempos duros de mi época de estudiante, no sé si porque por naturaleza me desenvolvía mejor en esa franja horaria o porque aprendí que había pocas alternativas si quería concentrarme seriamente en algo.

Últimamente no me agobio si un día no duermo. Tengo comprobado que resisto perfectamente al día siguiente y sé también que la siguiente noche dormiré como un lirón y de un tirón. En esos ratos leo, disfruto con ese tiempo regalado, olvido la prisa.

Cuando algo nos da vueltas en la cabeza acaba metido en nuestro sueño. Al despertar, frecuentemente, no recordamos lo que hemos soñado pero hay días que en determinado momento, como un fogonazo y sin saber qué ha estimulado esa visión, empiezas a desgranar el sueño de la noche. Y resulta curioso porque es al tiempo una entidad presente pero sumamente evanescente de forma que tiende a  escaparse si no tomas nota de ello. Me pasa que, a veces, me paro ante esa secuencia de acontecimientos inesperados y, aunque ya conozco su mágica volatilidad, parece que no acabo de creérmela, siempre pienso que yo voy a ganar la partida, que voy a acercar a mí al sueño, que puedo aplazar por un rato  el hecho de atraparlo, pese a la evidencia redundante de que el sueño cada día se viste de un disfraz diferente para despistarme, y confiada lo dejo suelto y libre mientras reanudo alguna actividad trivial que requiere mi atención. Ya es tarde cuando  me doy cuenta de que se ha esfumado.

También existen los sueños de temporada, por decirlo de alguna manera, me refiero a esas experiencias oníricas que se dan en una época determinada del año y no en otras y tienen que ver con la profesión que uno desempeña. Precisamente es este tipo de sueños el que realmente ha motivado este texto. Coincido con compañeros de profesión en que los días anteriores a comenzar el curso percibo una sensación de intranquilidad ante la incertidumbre de lo que vendrá. La adjudicación de horarios, grupos, niveles, tutorías y  alumnos, entre otros,  son variables que inciden directamente en la calidad del trabajo a realizar y genera tensión y malestar, porque todos sabemos, porque todos nos conocemos, aunque no siempre digamos y habitualmente nos aguantemos.

En esa época es muy frecuente que yo sueñe que me pierdo por el instituto, que no encuentro la clase a la que tengo que llegar y que llego tarde. Aunque intento recordar referentes e indicaciones que orienten mi camino, al final no me son útiles en absoluto y ya se sabe lo que pasa en los sueños, que el pasillo que antes te llevaba al hall se ha convertido en una tienda de chuches y cuando subes las escaleras te encuentras con que el aula de 3º C se ha convertido en un patio y ese grupo ahora está en la planta de más arriba pero en el otro ala del edificio  y,  entre unas cosas y otras, te dices que ya no llegas, porque entre idas y venidas cuando quieras llegar, la clase habrá terminado, piensas que tus alumnos a esas alturas ya estarán bien atendidos por el profesor de guardia  y que lo mejor que puedes hacer es empezar a buscar ya el aula de la siguiente clase porque necesitarás tu tiempo para encontrarla.
En tu ignorancia, crees que eres la única que se pierde por el instituto hasta que te enteras de que los demás andan igual de perdidos y sueñan lo que tú, que les cambian las clases según llegan a ellas, que las escaleras se convierten en rampas, que los libros les han desaparecido de repente en el cuarto peldaño  y que, cuando por casualidad dan con la clase correcta, se encuentran a la conserje o al personal de la cafetería impartiendo una magnífica clase de inglés mientras escriben perfectamente en la pizarra con una enorme taza de café como tiza.
También te puedes perder fuera del instituto y no llegar nunca al centro educativo. En esta situación te cambian el aspecto de las calles, les quitan los rótulos, donde había una hilera de casas te ponen un polideportivo y al girar las calles nunca encuentras lo que debería estar, eso sin contar con que hay calles en que ponen como barricadas y ni siquiera puedes asomarte para ver qué se ve al otro lado. Así es imposible llegar a ningún sitio, te puedes pasar toda la noche dando vueltas inútilmente hasta que decides que no hay remedio, que la falta no será de una hora sino del día entero. Que apechuguen los de guardia que hayan conseguido acertar con el recinto y estén dentro.

Mi amiga Carmen, además, tiene el sueño recurrente de que los niños de primer curso de ESO se levantan del sitio y no los controla. Dice no hay forma de que estén todos sentados, en cuanto ha sentado a unos pocos se le levantan otros.  Aparte de que no paran de hablar, todos tienen alguna excusa para dejar su sitio e ir lo más lejos que pueden dentro del aula, ya sea para tirar papeles, sacar punta o buscar typpex, por poner algunos ejemplos, y se puede pasar la noche sentando todos los niños que se le ponen de pie después del calvario que ha padecido hasta encontrar la clase. Oh, my God!