domingo, 15 de marzo de 2020

Sísifo


Hasta luego, Sísifo. Cierro la puerta. Hace un sol espléndido en esta mañana de invierno. Me dirijo a ese parque largo y estrecho. Todavía siento el cuerpo destemplado pero sé que a la vuelta me sobrará la sudadera cuando el sol me dé de frente. Respiro hondo y miro a mi alrededor mientras camino hacia esa hilera longitudinal de árboles con ramas semidesnudas a través de la que se transparenta el parque. Me dejo llevar por mis pasos y mis sensaciones. Me dejo llevar también por mis pensamientos, que cogen sus propios derroteros. Llego al parque, que se abre en dos senderos, un chaval con un perro toma el sendero más llano, así que yo el elijo el más escarpado. Subo despacio, pisando sobre la poca hierba que crece en los laterales para no resbalar en el suelo fangoso que cubre todo el tramo central.

Una vez arriba, si se mira al frente y a lo lejos, una puede pensar que está en un inmenso parque, pero solo hay que mirar a cualquiera de los dos lados para volver a la realidad. Aligero el paso, aquí el suelo está más seco, me viene bien este tibio sol mañanero, lo agradezco infinito. Necesito cansarme para descansar. Sigo caminando acompañada por mis pensamientos hasta que llego a un lugar donde se acaba el camino. Si no quiero volver sobre mis pasos no me queda otra que bajar por una pendiente empinada que, a la luz de los datos, parece que otros ya han atravesado satisfactoriamente. No hay restos de sangre ni ningún cartel que alerte del peligro. Dudo un segundo. Algunas ramas me van a hacer zigzaguear -dichoso verbo, se dice antes que se escribe-  y la arena hace el terreno inseguro. No puedo evitar pensar que si me caigo no hay quien me auxilie. Bajo sin problema. Mañana repito. Continúo la ruta un poco más allá y hago el camino en sentido contrario, ahora ya por un sendero recto y sin contratiempos. Calienta el sol, qué maravilla. Llego a casa y abro la puerta. Ya estoy de vuelta, Sísifo.


RETORNO A SÍSIFO

Rodó la piedra y otra vez como antes
la empujaré, la empujaré cuestarriba
para verla rodar de nuevo.

Comienza la batalla que he librado mil veces
contra la piedra y Sísifo y mí mismo.

Piedra que nunca te detendrás en la cima:
te doy las gracias por rodar cuestabajo.
Sin este drama inútil sería inútil la vida.

                                                                                                        José Emilio Pacheco