Después de aquel encuentro cada vez que coincidíamos tenía que esconder la mirada o simular que no le veía; él hacía lo propio. Me resulta difícil imaginar los pensamientos que pudieron pasar por su mente cuanto me dirigí a él. Se demoró en contestar, como si no le resultara fácil encontrar una respuesta adecuada a mi pregunta o necesitara medir bien las palabras, posiblemente porque calibrara dos posibles respuestas cuando solo una podía ser verbalizada. Él manejaba más datos que yo y contestó sabiendo que yo me estaba perdiendo algo; anticipaba mi reacción con la certeza de que, cualquier respuesta suya, tendría su impacto en mí y que, a su vez, un segundo después de emitirla, él se sentiría más turbado de lo que ya estaba.
Visto con la distancia de un hecho pasado entiendo su confusión. ¿Qué se puede responder ante tal pregunta? Ciertamente, tenía pocas opciones de respuesta, la pregunta era breve, simple y clara, no cabían ambigüedades. ¿Cómo habría reaccionado yo de haber estado en su lugar?
Con el paso de los días convertí cada encuentro, ya fuera al pasear por la playa o al cruzarnos en el hotel, en la imagen viva de aquella mañana clara de sol en que, a la hora del desayuno, entre despistada y muerta de hambre, me había acercado a aquel familiar perfil masculino y, fijándome en el objeto que llevaba en la mano, había preguntado:
Visto con la distancia de un hecho pasado entiendo su confusión. ¿Qué se puede responder ante tal pregunta? Ciertamente, tenía pocas opciones de respuesta, la pregunta era breve, simple y clara, no cabían ambigüedades. ¿Cómo habría reaccionado yo de haber estado en su lugar?
Con el paso de los días convertí cada encuentro, ya fuera al pasear por la playa o al cruzarnos en el hotel, en la imagen viva de aquella mañana clara de sol en que, a la hora del desayuno, entre despistada y muerta de hambre, me había acercado a aquel familiar perfil masculino y, fijándome en el objeto que llevaba en la mano, había preguntado:
-¿Y la jarrita para qué es?
-Supongo... que para la leche, me respondió, dubitatibamente, una voz que no conocía de nada.