domingo, 21 de julio de 2013

Duna

Duna de Pyla
Dicen que, una vez en lo alto, si miras hacia un lado, abajo se abre el océano, si miras hacia el otro, un bosque queda a tus pies. Entre el bosque y el océano, una gigantesca duna. El resto es cielo. 

¡Y yo tengo que verlo! Lo demás son castillos.

viernes, 12 de julio de 2013

Certamen Iberoamericano de las Artes

El cuadro de Mariola
Mi amiga Mariola acaba de estrenar cuadro. Estaba tan entusiasmada que para que lo viera le hizo una foto y me lo enseñó al día siguiente, cuando volvimos a quedar. Aunque ella no ha sido la modelo que inspiró la pintura, al verlo se encontró plenamente reflejada en aquella impresión. La cara alargada, la melena corta, los labios elocuente y sabiamente pintados, lo llamativo del colorido...unos trazos que recuerdan a Modigliani y a Picasso combinando un estilo muy personal ¿No te parece fantástico? Sí, a mi también me gustaba, y después de varias miradas del móvil a su rostro y de su rostro al móvil estuve de acuerdo en que ese cuadro tenía mucho de ella.

Mientras comíamos en "La Catedral", en la Carrera de San Jerónimo -recomendado- y después de hacer un largo repaso a las incidencias de final de curso que las dos habíamos padecido, pasamos al tema cuadros. Mariola tiene un buen amigo, médico, a quien le gusta pintar. Exponía un cuadro titulado "El Rapto de Europa"  en el Certamen Iberoamericano de las Artes. A ella, ahora de visita por Madrid, le hacía mucha ilusión echar una ojeada al lugar y, a decir verdad, nos quedaba de paso hacia El Prado para ver la exposición "La Belleza Encerrada".


Llegar a la Plaza de las Cortes resultó un tanto desolador. Contemplar aquellos andamios del demonio que mantenían ocultos los leones custodios del Congreso echaba bastante para atrás. Unos cuantos policías merodeaban por el lugar, lo que en este caso resultó una ventaja ya que, mientras Mariola había decidido buscar caminando el número 11 en que se ubicaba la Organización Médica Colegial, yo me acerqué a una pareja de policías que, diligentemente, me indicaron la puerta que tenía delante de mis narices. Tengo que explicar que Mariola es muy de planos y mapas, mientras que para mí el mejor mapa es preguntar. También podría hablar sobre los destinos a los que hemos llegado Mariola y yo por seguir un mapa, aunque si tengo que atenerme a los hechos, lo que a nosotras nos pierde es la conversación, y de ahí a perder la ruta solo hay un paso.


Al llegar a la enorme y pesada puerta de madera del número 11 coincidimos con dos hombres y una mujer que, muy amablemente, nos preguntaron si íbamos al Simposio. Dijimos que no - de lo que al momento me sentí bastante arrepentida- en esa insistencia nuestra por negarlo todo y les aclaramos que éramos de otro gremio y que lo que nos había llevado hasta allí era la exposición de la tercera planta. Muy amablemente nos animaron a verla y juntos nos acercamos hasta los ascensores, donde se bifurcaron nuestros caminos.


Ya en la tercera planta, una inspección rápida nos llevó hacia el salón de actos y otras dos salas de reuniones donde estaban expuestas las pinturas, esculturas, dibujos y fotografías de aquellos médicos artistas. En el salón de actos así como en la mesa de una de las salas había folios y bolígrafos esperando el momento de ser útiles para alguien. Mariola se fijó en que había un boli por taco de folios. Aquellas obras serían testigo silencioso de lo que allí se tratase durante un tiempo. Aprovechando que teníamos lo necesario para escribir, Mariola tomó nota de los títulos de las obras a las que tirábamos fotos. Deambulando de una sala a otra, pero sin alejarnos mucho una de la otra, nos llamábamos cuando encontrábamos algo que captaba especialmente nuestra atención para contrastar pareceres. En una de estas idas y venidas, Mariola encontró el interruptor de la luz, una alegría, dicho sea de paso.


El salón de actos estaba flanqueado por dos cuadros con tonos azules: a la izquierda, una mujer; a la derecha, un barco hundiéndose. Ya que estaba todo tan bien dispuesto nos pusimos en la tesitura de tener que dar una conferencia improvisada en ese entorno tan peculiar.


Encantadas de la vida, ajenas a todo, nos movimos por aquel acogedor espacio durante largo rato. Aquel momento y lugar era nuestro y la contemplación de las obras adquiría rango de total exclusividad mientras, curiosas, comentábamos la temática de los trabajos de aquellos artífices artistas cuyo medio de vida no era el arte, precisamente, aunque podría serlo.

Mariola y yo hicimos nuestra selección particular. Cada obra es de su autor, las fotos, nuestras.

El Rapto de Europa


La Mujer Azul
Veneciana en Carnaval
Bodegón Literario
Alfonso XII
Desde el Laboratorio

Un par de esculturas:

Anorexia ante el Espejo
No estoy sola cuando pienso en ti
Y ninguna fotografía porque no se apreciaría la belleza que nosotras observamos. Nuestras fotos de fotos son realmente malas.

Nuestra enhorabuena a todos los participantes en el Certamen, tienen mucho arte, y por mi parte, decirle a Mariola que es una pirata total, si no a ver cómo se explica que se vea tan reflejada en ese cuadro.

miércoles, 3 de julio de 2013

Pensaba

Pensaba el otro día en la relación que se establece con los alumnos, esa relación que nace de la nada y se dirige a la nada pero que mientras existe sirve de algo a ambas partes, o eso creo yo. Esa relación impuesta donde es difícil  permanecer cerca manteniendo al tiempo la lejanía justa.  Todo un camino empedrado  de vivencias antes de llegar al entendimiento,  al respeto, que frecuentemente se halla entretenido entre miradas tras los cristales  y otras desatenciones de adolescencia.  Esa relación que acaba convirtiéndose en algo incomprensiblemente cálido en muchos casos tras la incógnita inicial,  tras el no saber qué será, pero que al final, sin saber exactamente qué es, es. 

Pensaba el día de la entrega de notas que el grupo que allí estaba, esperando esa hoja amarilla llena de incógnitas dispuestas una debajo de la otra aún bajo mi custodia, tenía mucho mérito. Ellos habían sobrevivido a la masificación, a la indisciplina, al bajo nivel académico, a sus problemas personales... Allí estábamos. Ellos esperaban sus notas, ¿y yo?

Yo podría decir tantas cosas sobre ellos... Lo que yo esperaba no tiene traducción numérica al papel.  Los miré durante un lapso más largo de lo habitual intentando captar en ese instante si había llegado a conectar con aquel grupo lo suficiente como para que ambas partes quisiéramos seguir recorriendo juntos un trecho más de camino. No me quedó claro. Ya llegará septiembre.