sábado, 27 de febrero de 2010

El Serafín de Marta


Aprendí Serafín de oirlo, ya adulta, por eso mi versión no es nada fidedigna. Incluso he aportado mi propio granito de arena en desvirtuar aún más el texto original al introducir elementos de mi propia cosecha cuando aquello no cuadraba.

Curiosa, lo busqué en Internet presuponiendo que no lo encontraría. Me equivoqué, Serafín existe en la red y, efectivamente, las versiones que he encontrado distan de la mía. Pensándolo bien no es raro que exista, no he conocido niño/a que no se haya quedado mirando con los ojos como platos a quien recita Serafín.

El Serafín que conoce Marta, esa pequeña de cara redonda y ojos negros inmensos que acaba de cumplir dos años, es más breve y es solo suyo, ya no hay cambios que valgan. Dice así:

Tuve yo una vez un gato,¡más monín!,
con el rabo así de largo,
se llamaba Serafín.

¿De qué os reís?
si es un nombre muy bonito
y está inventado por mí.
Se enroscaba en un sillón
y parecía un almohadón.

Un día llegó a casa
una amiga de mamá,
tan cortíiiiisima de vista
que no veía ni hasta acá.
Era gorda, gooooorda, goooorrrda, gooooorda,
y en el sillón de mi gato,
allí se dejó caer.

¡Pobrecito Serafín!
ya no le veré más
pues se quedó hecho una torta
por delante...y por detrás.

Mi intención al hacer esto es dejar constancia del Serafín de Marta. Me gusta. Además, como últimamente la veo poco, ya es hora de que la pequeña Marta rompa la secuencia teléfono- tía Nina (como dice ella)- Serafín.
Le paso el testigo a su madre, no sin antes recordarle la importancia de gesticular y entonar adecuadamente en los lugares correspondientes. Es fundamental que la niña no crea que se le está rezando el Padrenuestro.

A Martita le gusta el elefante de Barceló, esa es la razón de que tenga un elefante rosa, como yo. También usa el ordenata así que le dejo un regalito más. A ver si le gusta...

Click here, Marta

(No espero comentarios a Serafín, ¿eh?) Vale.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Corte de Mangas

La foto es de una Zara woman.


Siempre había pensado que El Corte Inglés trataba muy bien a sus clientes y eso era un lujo si se piensa en cualquier inconveniente que pueda surgir con las compras que realizas. Ahora empiezo a dudarlo.

Me gustan las camisas de chorreras y jaretas así que cuando vi aquella me encapriché. Me sentaba fenomenal, sin embargo cogí otra porque la que me había probado tenía una mancha de pintalabios. Quedó en el armario y allí había permanecido durante un tiempo, como un par de semanas.

Aquél día iba a un sitio especial y al ponérmela noté algo raro. Al mirarme en el espejo me di cuenta de que una manga era más larga que la otra. - ¡No me lo puedo creer!, pensé.


Cuando llegué a El Corte Inglés, me atendió una dependienta de maniquí, de unos sesenta años, rubia platino, con un pelo perfecto de peluquería con un estilo a lo Napoleón poco favorecedor, como diría una amiga, y labios rojo subido.

Le conté el problema y me miró incrédula, como se mira a quien aparece diciendo que le han vendido una camisa con mangas de diferentes largos. Sin mediar palabra cogió las dos mangas por los hombros y dijo:

-Mira, iguales.

-¿Me la pongo? contesté.

Sin replicar cogió de nuevo las mangas, en este caso desde la sisa, y volvió a repetir:

-Iguales.

-¿Quieres que me la ponga?, insistí.

A estas alturas me esforzaba por mantener la calma porque lo que se deducía de aquello era o bien que yo tenía un brazo más largo que otro y todas las camisas que me había comprado en mi vida tenían, casualmente, una manga más larga que otra y por eso me quedaban a la perfección, o bien se estaba quedando conmigo por todo lo alto. ¿Creerá que me voy a llevar la camisa de vuelta a casa tal cual? ¿qué consigue con este numerito? ¿pues no era que el cliente siempre tiene razón?, pensaba yo.

Como era una tela que se adaptaba al cuerpo y, por lo tanto, fácilmente manipulable, en esta ocasión fui yo quien cogió las dos mangas por los hombros y acercándolas hacia ella le dije:

-Mira, tres centímetros de diferencia, ¿me la pruebo ya?

Un buen corte de mangas para mí... y otro para ti, pensé.

lunes, 15 de febrero de 2010

Risa, sexo, relajación.



Abrí el buzón y allí estaba. Era una carta de la Fundación UNED, en su interior información sobre tres cursos. Escribo de memoria así que recuerdo que uno estaba relacionado con la sexualidad, un segundo con la risa, y el tercero, del que me había olvidado, con la relajación y el control emocional.
-
Interesante, pensé. ¿Será que se palpa el malestar en esas tres cuestiones en el ciudadano de a pie? ¿Será que en tiempos de crisis se disparan este tipo de problemas? ¿Será que resultan más atrayentes a la hora de venderse, precisamente por la crisis?
Ahora, con la información ante mí, leo que no se requiere titulación previa, van destinados a cualquier persona interesada y el precio de cada curso son 350 euros, pero si te matriculas de 2 te dan una beca de 100 euros y si te animas a los tres la beca asciende a 250 euros. Están en oferta. Todos a distancia salvo alguna sesión presencial.
Claro que por mucha oferta que hagan, la crisis es la crisis y habrá que elegir. En mi caso creo que dejaría en tercer lugar el que había olvidado, el relacionado con la relajación y el control emocional, ¿pues la risa y el sexo no relajan?

Lo anterior me ha traído a la mente aquella ocasión en que me matriculé en un curso de oratoria, a distancia. La voz es mi herramienta de trabajo y desde hace unos años no hay invierno que pase sin que la pierda por completo. Me animó el hecho de que la parte teórica incluía, entre otras cosas, estrategias para proyectar la voz sin forzarla. La parte práctica consistía en grabaciones que se enviaban al profesor tutor para su valoración.
Una de las prácticas consistía en comparar la claridad y mejora que se producía en la lectura de un texto antes y después de realizar determinado ejercicio. Éste consistía en la lectura de un párrafo al azar como línea base; posteriormente se introducía en la boca determinado peso –creo recordar que eran un par de bolas- y se leía de nuevo el párrafo con ellas dentro (yo sustituí las bolas por unas monedas que envolví en un plástico fino). Esta parte no había que grabarla, afortunadamente. Cuando, finalmente, sin peso en la boca, se procedía a una tercera lectura se observaba mayor claridad en la pronunciación porque el efecto del esfuerzo previo se había traducido en una mayor vocalización.

Advierto que es conveniente esconderse cuando se procede a la lectura con bolas o monedas, o como mínimo avisar. Explicaciones aclaratorias como que se trata de un curso ante preguntas simples como ¿qué haces? y similares puede que no sean ni medio comprendidas, aunque se hayan pronunciado y vocalizado correctamente sin las bolas en la boca.

La advertencia la haré también en inglés para los alumnos aventajados y los que traen cuaderno:

I must say that you´d better hide yourself when reading with the balls or coins inside your mouth or, at least, warn the people around. Explanations trying to make it clear that you are taking a course when you are asked simple questions like “what are you doing? may not be easily understood even when they are pronounced and vocalized correctly without using the balls/coins.

Más información sobre los cursos se puede encontrar en:

Sexualidad positiva: www.sexualidadpositiva.org/asmo
La risa y el humor para prevenir el estrés: www.jajajaja.es
Relajación y control emocional: Biofeedback. www.ansioteps.com

(Que conste que no me pagan por promocionarles ni ninguna historia rara de esas)