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Foto de la web al estilo de Luis Antonio. |
La Orden 3320-01/2007, de 20 de junio, por la que se regula para la Comunidad de Madrid la implantación y organización de la Educación Secundaria Obligatoria, establece en el Artículo 5.5 que todos los alumnos recibirán en cada uno de los tres primeros cursos enseñanzas de religión o atención educativa. El Artículo 9 de la misma Orden establece las directrices sobre la Atención Educativa para los alumnos que no reciben enseñanza de religión. Dicho con mis propias palabras:
- La enseñanza de religión tiene el mismo tratamiento que el resto de materias y las clases de MAE (Medidas de Atención Educativa) se deben dar de forma simultánea a las enseñanzas de religión.
- Las clases de MAE estarán orientadas a la “comprensión lectora” y al estudio dirigido, en ningún caso se impartirán contenidos de las materias de la etapa; las actividades realizadas no se evaluarán ni constarán en ningún documento de evaluación del alumno.
Expuesto lo anterior, me las prometía yo muy felices cuando a principio de curso me comunicaron que impartiría un desdoble de inglés de 4º de ESO. Una clase de 15 alumnos, aunque sea una vez a la semana, puede ser una experiencia muy gratificante y una oportunidad para cambiar de registro en cuanto a las actividades a realizar en el aula. Pero donde hay patrón no manda marinero y al final me lo cambiaron por una MAE de 3º de ESO. Los desdobles de inglés han pasado a la historia, si acaso uno, que simbólicamente recuerda que hubo un tiempo en que existieron.
¿Qué se puede hacer con alumnos que saben que no se les va a evaluar y a los que no se puede enseñar ningún contenido relacionado con el currículo de la etapa? Difícil pregunta. Desde luego los comienzos no fueron fáciles y eso que, en principio, no me desagradaba el hecho de impartir una materia diferente al inglés pese a la mala prensa y las dificultades que había escuchado de algunos de mis compañeros.
El primer día, confirmando prejuicios, los alumnos entraron en clase como elefantes en una cacharrería: dando voces, arrastrando mesas y sillas al sentarse y soltando las mochilas encima de la mesa sin ninguna intención de mover un dedo en lo que al aspecto académico se refería. Hablaban y se movían por el aula pretendiendo ignorar mi presencia, alguien a quien no conocían de nada y que les iba a dar clase una hora a la semana de una materia que no se sabe bien qué es ni se puede evaluar. Una juerga de clase va a ser esto, me estaban diciendo entre líneas. Los observé durante un rato, convencida de que, de momento, cualquier intento de ganarme su atención actuaría en sentido contrario a lo esperable. Decidí sentarme y esperar, inquieta tras una tranquilidad aparente.
Durante los siguientes días ambas partes tanteamos el territorio. Yo me mantuve seria, lo que dio lugar a que ellos me reprocharan mi actitud y yo a ellos la suya. Cuando llegaban tarde, puntualmente anotaba sus retrasos. Siempre tenían alguna fantástica excusa que involucraba a algún profesor y, como no era uno ni dos, sino que los retrasos a veces se producían "en masa" , no dudaba yo en hacer las averiguaciones pertinentes que corroboraran o desmintieran aquellas historias que me contaban. Cayó un parte, y otro, pero poco más. Un día descubrí que a Carlos se desenvuelve muy bien en inglés, me entiende y me contesta sin titubear cada vez que le pregunto, aunque tiene toda la pinta de ser un fracaso escolar. Enrique, que pertenece al programa de Diversificación Curricular, me lo cuestiona todo y, si me descuido, no deja meter baza al resto de la clase, así que le he movido unos asientos atrás para que tenga conciencia de que en la clase no está él solo. Mucho mejor ahora. A Alberto le molesta infinito que otros hablen, yo me enfade y diga: “se acabó, ya no lo cuento”. Yo le doy las gracias a Víctor cuando me entrega el parte para que pase lista y él me da las gracias cuando yo se lo devuelvo posteriormente.
El grupo es muy diverso en cuanto a conocimientos, habilidades y actitud, por eso es importante variar las actividades y, sobre todo, no perder la paciencia. Con tiras y aflojas hemos leído, hemos comentado vídeos... pero, desde luego, lo que más les gusta es debatir.
Ahora, ya vísperas de Navidad, estamos viendo una película. Se lo tenía prometido. El último día entraron en silencio, mantuvieron el orden mientras pasaba lista y aunque ellos esperaban una película de tiros o de zombis, es lo que les gusta, se tuvieron que conformar con El Mercader de Venecia.
Oh, my God, qué problemas me está dando este año a mí la dichosa Religión!