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jueves, 14 de febrero de 2013

Giro inmediato. Correos.

Ya he recibido contestación de Correos, qué prestos, qué majos los del grupoCorreos (no es error, ellos lo escriben así), casi ha sido más ágil el Servicio en contestar mi Reclamación que en llegar el giro inmediato que, por cierto, ya puestos ¿por qué no lo llaman automático, si al fin y al cabo va a dar lo mismo? ¡Qué conciso y claro, qué bien expone y se explica el Responsable de Atención al Cliente de Correos. Aplausos, aplausos a esta ímproba empresa de mensajería.

Muy amable él,  me abrevia el Sra. y también el María, así que me surge la duda de si se dirige a mí o a otra señora porque el tratamiento que me da no coincide exactamente con lo que figura en mi DNI. Pelillos a la mar, venga, suponiendo que sea yo, ya auguraba que el caso no iba a dar ningún giro. Dos palabras de disculpa y a otro paquete, Germancete.

Ahora me queda meridianamente claro que lo hacen para mayor seguridad de sus clientes, o sea, si personalizo, por mi seguridad concreta y única. Hay que entender que el nombre del giro no coincidía exactamente, o sea, yo, podría no ser yo, por mucho que yo lo dijera, que es lo que el del otro lado del mostrador me decía, metiendo en el caso a María. Si lo pienso bien sus razones eran de peso, ¿y si en mi mismo domicilio vive otra persona con mi mismo nombre, apellidos y NIF?,  ¿eh? Que no cuela, que el personal de Correos es listo y con abultada experiencia, y no es que lo diga uno, que ya van dos. Hay que reconocerlo, la seguridad del giro es total, doy fe, casi no lo cobro. 

¿Por qué los llaman Servicios de Atención al cliente si solo defienden a la empresa?

domingo, 13 de enero de 2013

Faltaba María

 
Todo empezó cuando llamó la tía diciendo que había enviado un "giro inmediato"  para "el Niño", nada que ver con la lotería, no, para el que tengo de Erasmus. Así que, al día siguiente, me dirigí a Correos a recogerlo. Me acerqué al mostrador donde me atendió un empleado joven, tan alto que me pareció que yo no le llegaría  ni a la cintura. Me hizo pasar a un extremo del mostrador y me pidió el número de localizador y el DNI. Al abrir la cartera el primer documento que apareció ante su vista fue el carnet de conducir. Le faltó tiempo para decirme que con ese documento no podría identificarme, que no servía, que era necesario el DNI. Mientras sacaba el DNI, algo en mi cabeza me dijo que iba a tener problemas. Efectivamente, no me equivoqué. Pacientemente esperé a que cotejara los datos del carnet con la información que le aparecía en pantalla hasta que finalmente habló: "no puedo dártelo, no aparece María"

Siguió una conversación sin sentido donde argumenté que le había dado el número de localizador y estaba perfectamente identificada con mi DNI. Además mi domicilio personal estaba en el DNI, dato que también había sido requerido en el trámite del giro. Le explicaba todo esto mientras que en mi fuero interno ya sabía que mi retahíla de razones no era ni más ni menos que el pataleo del que se va a ir tal y como ha llegado. Impávido y machaconamente insistió: falta el "María". Ya con todas las alarmas encendidas le respondí que Marías, en España, somos todas, lo demás es lo que nos diferencia, y dando los buenos días salí por la puerta muy enfadada.

No le dio la gana dármelo y punto. Una coma de más o de menos o una tilde dudosa le habría servido igualmente para invalidar la prueba que le presentaba. Si rechazaba hacer efectivo el giro porque no existe un "María" delante del nombre, qué pasaría si en lugar de Díez se hubiera tratado de Diez, aunque igual de este detalle, él, no se habría percatado, porque una cosa es darse cuenta de que falta "María" y otra muy diferente ser consciente de la relevancia de una tilde o una coma en el lugar adecuado.

Decía mi tío que hay personas a las que les pones una gorra de plato y se creen capitán general. Lo mismo les pasa a ciertos individuos cuando los colocas en determinado lado del mostrador. Se impregnan de poderío, de esa jurisdicción de barra desde donde desarrollan esa capacidad y habilidad para encontrar placer moviéndose sutilmente entre vericuetos y resquicios hasta encontrar los cinco pies al gato, hasta descubrir la prueba que legalmente les dé derecho a complicarte la vida, a amargártela aunque solo sea un poquito, porque de ello depende su felicidad y bienestar. 

Recuerdo otro caso como éste en la DAT que corresponde a mi Centro. Normalmente, cuando tengo que solucionar algún problema voy por la mañana, porque me viene mejor y porque hay más personal atendiendo. Raro es el caso en que salgo de allí sin realizar el trámite  y cuando no es posible no es por falta de buena voluntad. Sin embargo, por la tarde suelen turnarse y a veces solo hay una persona. Si coincide que es Fulanita, un simple trámite se convierte en una odisea hasta el punto de que la última vez que entré por la puerta y la ví me quedé petrificada sin capacidad de juicio para decidir si mi siguiente paso debería dirigirse hacia dentro o hacia fuera del recinto. Y ello, a  pesar de la carrera que me había dado para llegar antes de que cerraran. Hubo suerte y cuando la encantadora empleada empezó a poner pegas, un alma compasiva que trabajaba en el interior se percató de la situación y tras dirigirme una mirada cómplice soltó en alto la dirección que necesitaba. Quedé salvada.

Ni que decir tiene que cuando falla un eslabón el resto se trastoca. Así que la cuestión "María no aparece" trajo consigo una interminable sucesión de llamadas  de mi a la tía -que nunca descolgaba porque a la cuarta llamada por alguna razón se corta- y de la tía a mí  cuando ve las "perdidas".

Finalmente consigo que vaya a Correos y deje constancia del "María". Feliz y contenta me llama el sábado para decirme que ya está todo solucionado, que le han gestionado un nuevo "giro inmediato" (ya llevamos 4 días del inmediato), cobrado otros 3,45 euros por emitirlo y roto y tirado a la basura el anterior "para que no se equivoque".   

Salí de casa escopetada, podría decirse que casi en zapatillas de la prisa que me entró, con la esperanza de encontrarlo allí y decirle las consecuencias del "María" de marras.  Y estaba. Esperé mi turno y cuando me llegó entregué la documentación para que me abonara el giro. Después le conté en qué había derivado su "María", lo que había generado su incompetencia y mala voluntad: los paseos innecesarios de una persona de 82 años, las llamadas teléfónicas,  lo del nuevo giro en lugar de una rectificación de los datos y el nuevo pago injustificado, ya que los únicos responsables de todo aquello eran las personas que habían tramitado el giro, empezando por él y en ningún caso mi tía. Le pedí que se identificara porque iba a presentar una reclamación. A la tía y a mí nos habían tocado demasiado las narices, aunque solo fuera por dignidad ahora nos tocaba a nosotras. 

Ya tengo el esrito: dos folios completitos letra tipo Colibrí tamaño 11. Mañana voy a que me lo registre.