viernes, 21 de diciembre de 2012

Feliz Navidad. Feliz Sanidad

 (No estoy interesado en explorar el significado de mi existencia; solo quiero saber si realmente existo)

La red, ¡ay la red!, ¡qué tramposa es! Siempre consigue salirse con la suya. Busque o no busque a veces acabo encontrando, no lo que quiero, sino lo que no andaba buscando. Internet es como un salto al vacío de dóndes y cuándos, es un no saber qué pasará a continuación. Hay tanto y tan variado que es difícil sustraerse a la tentación de dejarse llevar. Frecuentemente empiezo con una idea definida de lo que quiero y termino en algo completamente diferente, ajeno a mi interés inicial pero que llama igualmente mi atención. Cuando tengo tiempo no me importa, y si me hace reír sé que merece la pena.

Así encontré esta página cuyas imágenes psicoterapéuticas me hicieron reír muchísimo en estos tiempos en que nos quieren enfermar la Sanidad. Inmediatamente las copié porque, muy probablemente, las utilizaré en alguna clase. He hecho una selección y con ellas os deseo a todos Felices Fiestas.

Que seáis muy felices.

(¿Trastorno de apego? ¿Eso es lo mejor que se le ocurre, doctor?) Mirad el bomerang por los aires.
(Otra vez la reina desprotegida.... todavía sigues enfadado porque Mami no asistió al recital de piano de 4º grado?)
(No tiene problemas con la politica de confidencialidad?
 (No, Doctor, me temo que es su tiempo el que se ha acabado)
 (Deje de preguntarme sobre mi madre o le borro de amigos)

(Cuántas veces le he dicho que no se ponga esa maldita corbata?

(Cualquiera que sean las pequeñas técnicas catárticas que le enseñaron, Doc, párelas ya mismo.)
(Con todos mis respetos, encuentro innecesarias sus observaciones vilipendiosas sobre el "cerebro reptiliano")

(Baje dos veces por la Calle de la Aceptación y envíeme un tuit por la mañana)

domingo, 9 de diciembre de 2012

Entre alfileres.

Gracias, María

Estos son mis alfileres de colores. Ayer vino María a decirme que tenía un regalito para mí. Me parecen fantásticos. Además ha dado en el clavo: me gustan los colores y las mariposas. Utilizo mariposas grandes de colores, entre otras cosas, para adornar mis plantas. Por cierto, podría seguir hablando de plantas, pero no, da la casualidad de que anteayer estuve entre alfileres. El cubrecolchón de la cama de  mi hijo arrastraba y no había forma de pasar la aspiradora en esa habitación sin riesgo de llevarse por delante el susodicho cubrecolchón e incluso casi el colchón entero. Más que del cubrecolchón estaba cansada de mis aspavientos cada vez que se enredaba en la aspiradora. A esto le meto yo cinco centímetros y no vuelve a arrastrar en la vida, igual ni se ve pero me voy a arriesgar

 Cuando abrí la caja de la costura para coger alfileres, aguja e hilo -dedal no uso- encontré aquella preciosa blusa, que llevaba esperando desde el verano. Y entonces me acordé de la tía. 

Se le había descosido casi todo el dobladillo de la parte de abajo, por eso no la había vestido el verano anterior. Los veranos pasan tan rápido que no hay lugar para agujas ni alfileres. Pensaba todo esto mientras la contemplaba entre mis manos, levantada la tela al aire: era de un rosa suave, casi transparente, el tacto agradable, ligero. Resaltaban discretos unos redondeles alargados bordados en blanco por toda la parte de delante. La parte de atrás era lisa, aunque solo aparentemente, porque al movimiento se apreciaban unas ondas, unas aguas inseparables de su ser.

Puntada a puntada rehice todo el dobladillo vigilando que las puntadas no se marcaran mucho por el lado derecho. Revisé el resto. En la parte del cuello colgaba una tira de la misma tela: no me gustaba, la quité. Al remate de una de las mangas, cortas hasta el hombro, se le había ido una puntada: la cosí. Algunos hilos sobresalían breves de su bordado: los corté a ras. Volví a pensar en la tía. 

Claramente era de los años sesenta, de cuando se fue a Alemania. Recuerdo esa etapa de su vida a través de algunas fotos: la tía con sombrero y abrigo, tacón medio y unas bonitas piernas que solo se dejaban ver desde mitad de la pantorrilla. Esas fotos que solo reflejan lo superficial sin dejar traslucir ni un solo atisbo de añoranza por la patria. Esas fotos que hablan a medias y nos dejan imaginar.

Aunque la tía compartía con mi madre la afición por la costura nunca fue tan perfeccionista como ella. No, no la había confeccionado ella. Una etiqueta en alemán en el cuello - ya desgastada e ilegible por los muchos lavados- lo corroboraba. ¿Cuántas veces se habría puesto la tía aquella blusa?

Volví a levantarla al aire y revisé que todo estuviera en su sitio. Muy bien, ya estás lista para visitar a la tía.

(Gracias, María, por traerme inspiración.)